por: Innuendo
Hola mis queridos contertulios. Vengo a hablar de un disco para mí glorioso, el TYR de Black Sabbath, que vio la luz en 1990. Pensemos por un momento en el panorama de este legendario nombre del heavy metal hasta la llegada de este disco (y por supuesto, después de su llegada). Qué grandes follones tuvo que llevar a cuestas el nombre de Black Sabbath desde el segundo tercio de los 80 ¿verdad? Viejas glorias circulando bajo la etiqueta de Black Sabbath que no acababan de cuajar, proyectos en solitario que aparecían como del grupo por obra y gracia de las compañías discográficas, una reunión con Ozzy más fría que el hielo y decenas de músicos, miembros fundadores, mercenarios y productores entrando y saliendo de la banda. Lo de los cantantes ya rozó lo delirante: Ian Gillan, Glen Hughes, Dio, Ray Gillen, Tony Martin, un tío que se apellidaba Donato y hasta un menda que jura y perjura que fue cantante de Black Sabbath durante tres meses.
La cuestión es que en medio de todo el caos, quizá el elemento que acabó dando algo de estabilidad al asunto fue la presencia de la voz de Tony Martin que, aparentemente, venía para quedarse. Aunque esa estabilidad duró cinco años nada más, que por otra parte no es tan poco viendo el panorama retrospectivamente. Tras regrabar las pistas que Ray Gillen dejó cantadas para The Eternal Idol, el siguiente disco, que se llamó Headless Cross acabó por fijar el rumbo de la banda, y con eso llegamos al que para mí es, con bastante margen, el mejor disco de la etapa Tony Martin: TYR, tercer disco de Black Sabbath guiado por la batuta de Iommi y Tony Martin. El plantel de lujo de esta formación lo completan un pedazo de bajista como es Neil Murray y un batería como Cozy Powell, que aburre presentarlo ya. Geoff Nichols, compañero de aventuras de Tony Iommi desde el Heaven And Hell (ejem ) se encargaría de los teclados. La verdad es que leyendo los nombres no podía salir nada malo, síndrome de Chickenfoot aparte, que todavía no existía.
El disco no tuvo muy buena acogida, pero como el tiempo todo lo cura, la calidad acaba por reconocerse y hoy se lo valora con mucha más justicia que antes, cuando Black Sabbath estaba inmerso en una crisis de credibilidad brutal. En fin, vamos al grano.

La verdad es que todas las canciones me encantan, desde los medios tiempos como "Anno Mundi", muy evocador de clásicos como "Children of the Sea" en algunos pasajes- y "Jerusalem", hasta los cañones del disco, donde destacan "The Law Maker" y el cierre del disco, con una espectacular "Heaven in Black". Marca de la casa, como no, es ese medio tiempo lúgubre con final acelerado que es "The Sabbath Stones", y mención aparte merece ese temazo cañón como es "Valhalla", tras las dos pistas anteriores que le sirven prácticamente de intro. Finalmente tenemos la balada que casi nunca debe faltar en un disco de pecholobos como estos, en este caso de la mano de "Feels Good To Me", una muy buena canción que sirvió para promocionar el disco en el único videoclip que se hizo de Tyr, vídeo por cierto bastante horrible y que soporta regular el paso del tiempo.
Nada más, espero que lo disfruten, no es el típico disco para escucharlo tomando unas cañas en bermudas como correspondería al verano que todavía dura -el muy cabrón-, pero oye, es que hasta pasando calor se disfruta este viaje ligeramente oscuro pero muy muy heavy clásico.
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